Cada mañana se levantaba con el sonido turbador de un despertador que llevaba años en su mesita de noche. La monotonía se iba haciendo cada vez más patente en su vida. Ocho horas de trabajo en un ciudad pequeña, pero que era suficientemente grande para él, no pedía más en esos momentos a la vida.
Una vida sin altibajos, era un camino fácil de seguir todo era cuestión de no tomar ningún desvío en el camino......, seguir en línea recta sin esperar nada a cambio.
La juventud cada vez más lejana le pedía cambiar esa situación tan monótona, cambiar de trabajo y quién sabe de pareja quizás?????????. La situación cada día era más fácil de llevar, a cambio tenía su recompensa, durante el tiempo libre que tenía, por una vez en 10 años, había descubierto un gran nº de anécdotas que le habían pasado, pero pasadas estaban, era cuestión de pararse y nuevamente de descubrir su yo interior. Que tantas ocasiones lo había guiado por el buen camino y los continuos cambios no le dejaban tenerlo en cuenta.
Voy a disfrutar de mí, sin pensar el los demás, fue lo que pensó un día, no se trata de pedirle todo a la vida, sino de disfrutar lo que la vida te dé, sin exigir nada a cambio, esa es la verdadera felicidad.
En el mundo capitalista en el que vivimos queremos llegar a lo más alto, y cuando se es joven se te ofrecen muchas oportunidades para que vayas ascendiendo, pero todo tiene un precio.
Las oportunidades de mejorar su vida laboral cada vez eran más escasas, los amigos desperdigados por el mundo, cada uno de ellos intentado aferrarse a algún sitio lejos de su hogar.
Era hora de pararse a pensar y decidir si te comías la vida con un montón de ilusiones, que podían dar lugar a igual nº de fracasos. O disfrutar de su tiempo, de hacer las cosas que le gustan y parar un poco a pensar en sí mismo.
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